Maquillaje

Desde pequeña, el maquillaje ha sido una parte esencial de mi vida. Yo era una de esas niñas que le robaba el maquillaje a su mamá y jugaba a ser una mujer adulta. Siempre me gustaron las «pinturitas». Recuerdo con especial cariño las muestras de danza a fin de año, cuando salía al escenario maquillada, completando el personaje que me tocaba interpretar. Pero el momento clave fue cuando mi mamá me caracterizó como un gato siamés para bailar en unos números del musical «Cats».

El maquillaje siempre acompañó mi danza, permitiéndome contar historias más allá del movimiento. No solo me fascinaba la creación de personajes, sino que me enamoré del color, sus diferentes tonos, saturaciones, intensidades y texturas. A los 12 años, le pedí a mi mamá que me dejara pintar una pared de mi dormitorio de naranja y combinar absolutamente todo. Más tarde, en mi adolescencia, renové mi habitación con una combinación de verde agua y lavanda.

Las personas que me conocen suelen decirme que combino todo, ¡y es verdad! Amo el color. Por supuesto, tengo mi paleta de colores preferida, pero agradezco esta experiencia humana que me permite vivir la vida a puro color. No solo por su belleza, sino porque en los colores encontré una herramienta energética para usar a mi favor.

Y justamente eso quiero compartirles cómo a través del maquillaje, podemos no solo embellecernos por fuera, sino recalibrarnos energéticamente usando el poder del color.